Cada semana nos regalamos una reflexión sobre algún valor, un acontecimiento, una fecha litúrgica, la vida salesiana o algo que nos resulte de interés. Esta semana… 

Era Pascua de Resurrección en 1846. Nos lo narra Don Bosco: “Al domingo siguiente, solemnidad de Pascua, 12 de Abril, trasladamos todos los enseres de la iglesia y los juegos, para tomar posesión del nuevo local”. ¡Por fin una casa donde acoger a sus jóvenes! Domingo de Resurrección, de vida, de alegría. El corazón de Don Bosco gritaba de felicidad. ¡Un lugar estable! Tras muchas penurias y dificultades Don Bosco llegaba a Valdocco (Turín) para cuidar de sus muchachos abandonados y de donde ya nunca se marchará. Todo por los jóvenes y su salvación. Don Rua, primer Rector Mayor, así lo afirmaba: “No dio (un) paso, ni pronunció palabra, ni acometió empresa que no tuviera por objeto la salvación de la juventud. Lo único que realmente le interesó fueron las almas”.

Durante el Capítulo General XXIII (nº95, 1990), los Salesianos compusimos esta declaración que es un canto a la esperanza, un anuncio de fe, una oración confiada que reconoce la presencia operante de Dios en la historia de tantos jóvenes que conocemos. Querido/a amigo/a, en los jóvenes Dios nos espera. Acompáñame en este tiempo con este Credo Salesiano. Aquí tienes nuestra más pura radiografía juvenil.

Creemos que Dios ama a los jóvenes.

Tal es la fe que está en el origen de nuestra

vocación y que motiva nuestra vida

y todas nuestras actividades pastorales.

Creemos que Jesús quiere compartir su vida

con los jóvenes, que son la esperanza

de un futuro nuevo y llevan dentro de sí,

oculta en sus anhelos, la semilla del Reino.

Creemos que el Espíritu se hace presente

en los jóvenes y que por su medio quiere

edificar una comunidad humana

y cristiana más auténtica.

Él trabaja ya en cada uno y en los grupos;

les ha confiado una tarea profética

para que la realicen en el mundo,

que es también el mundo de todos nosotros.

Creemos que Dios nos está esperando

en los jóvenes, para ofrecernos la gracia del

encuentro con él y disponernos a servirle con ellos,

reconociendo su dignidad

y educándolos en la plenitud de la vida…

¡AMEN!

Leonardo Sánchez Acevebo, sdb

Boletín Salesiano de España, abril 2016

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